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“Nunca dejará de asombrarte que todos nos queramos más a nosotros mismos de lo que queremos a los demás y que, sin embargo, nos importe más su opinión sobre nosotros que la nuestra propia”.
Estas son las palabras de Marco Aurelio, el emperador filósofo, un hombre demasiado sabio para confundir el amor a sí mismo con el egocentrismo.
Él entendió que el amor a sí mismo es la consecuencia natural de un hecho comprobado: cada individuo es único e irrepetible.
Una persona puede parecerse a otra, sin embargo, jamás va a poder ser idéntica exteriormente y, sobre todo, interiormente.
Es lo hermoso de la unicidad, una hermosura que a menudo nos da miedo porque el hecho de ser únicos hace que la lucha contra nuestras inseguridades sea una empresa solitaria.
Es posible que el mismo acontecimiento pase a decenas, miles o millones de personas, sin embargo, cada una lo vivirá dentro de sí y lo hará de una forma que será solamente suya, en la soledad de su conciencia.
¿Y desde cuándo ha sido fácil apreciar el don de la soledad? Nunca.
Es por esta razón que, a pesar de que “nos queramos más a nosotros mismos de lo que queremos a los demás”, nos “importa más su opinión sobre nosotros que la nuestra propia”.
Necesitamos pensar que no estamos solos frente a nuestras inseguridades. Necesitamos creer que otra persona puede lograr escudriñar los meandros de nuestra interioridad a la cual solo nosotros podemos acceder.
Que nos guste o no, somos seres inescrutables y, frente a esta realidad, tenemos dos posibilidades:
Esperar que los demás entiendan quiénes somos mejor que los demás o podemos “querernos más a nosotros”, aprendiendo a confiar más “en nuestra opinión sobre nosotros”.
Para hacerlo, es necesario desarrollar la capacidad de escuchar a nosotros mismos, un objetivo que la F.P.A. alcanza con la sesión de potenciación de la autoconciencia.
Se trata de sesiones individuales en las que el instructor de F.P.A., hablando con la otra persona, analiza su problema.
El objetivo del instructor de F.P.A. no es brindar su idea de “solución” porque esta última sería algo “procedente del exterior” y que no se originaría en la individualidad de la persona interesada.
La F.P.A. considera a cada persona absolutamente única y, por esto, encuentra las soluciones a los problemas dentro de ella.
El instructor tiene que convertir a las personas en los mejores asesores de sí mismos para que aprendan a solucionar sus problemas en plena autonomía.
El instructor de F.P.A. no guía la conversación con la otra persona, sino deja que esta última se manifieste libremente, desarrollando su autoconciencia. Solo así logrará la confianza en su propia opinión y ser la capaz de escucharse.